Tuesday, December 19, 2006

Te Quiero...


Aprovecho este momento de borrachera para escribir acerca de un tema un tanto delicado: ¿cuándo decir TE QUIERO? Es complejo… Hace un par de días estaba conversando con G y le conté que me habían dicho (por casualidad) “te quiero”. Ella me pregunto que qué había hecho yo y le dije que me había hecho la lesa… ¿por qué? ¿Por que no respondí con un “Yo también te quiero” si eso era lo que sentía? Bueno, la única razón que encontré para justificar mi reacción fue que pensé que en el momento en que yo lo dijera algo macabro sucedería… absurdo. Lo sé. Parece que quedé medio traumatizada con el asunto de expresar los sentimientos. Es como si creyera que en el momento en que él sepa que me tiene o me va a engañar, o se va a asustar, o se va a aburrir, o todo va a cambiar. A lo mejor me he topado con demasiados pasteles, pero ¿qué hacer cuando nos ha sucedido tantas veces? Uno empieza a temerle a la palabra y a asumir el propio sentimiento. ¿Decirlo o no decirlo? ¿Cuándo? Ahora que las relaciones son tan modernas que no tienen nombre, en que no queda establecido el nivel de compromiso hacia el otro (ese es tema para otro post). Sé que suena cobarde o parece ser una vil estrategia para mantener al ser en cuestión en ascuas para que no se vaya. “Te quiero”… es para salir corriendo… o decidir que realmente es con esa persona con la que quiero estar… un riesgo que hay que correr, supongo…

Wednesday, December 06, 2006

Ni tan largo ni tan corto


Esto no se trata directamente acerca el miembro masculino que resulta tema en tanta tertulia femenina; aquí se trata de la duración del funcionamiento del objeto viril y codiciado.
Una vez un amigo me preguntó que cuantas veces me había topado con eyaculadores precoces y yo con una sonrisa en mis labios le respondí:
C: Nunca.
O: ¡Qué suerte! ¡Son demasiados!
Resultado: esa frase resultó ser un mal de ojo… de ahí en adelante supe lo que era quedar con cara de “no importa, no te preocupes”, pero con la rabia de una mente y un cuerpo sintiendo que SI IMPORTA Y SI PREOCUPATE.
Una vez, en una aventurilla con un jovencito buen mozo, incluso sucedió que perdí las esperanzas de cualquier acción al quedar con mi mano empapada de vida (y de muerte) durante el juego previo al acto sexual propiamente tal… ¡Horror!
Pero también sucede al revés: ¿qué se hace cuando el placer es tan prolongado que se empiezan a vivir las consecuencias? Irritaciones, no poder sentarse cómodamente, no poder ir al baño sin ardor, los músculos acalambrados, taquicardia extrema, etc… Si, no parece grave, al contrario, parece delicioso, pero a veces es tanto que una empieza a llegar con susto al momento preciado. Como decir: “Cariño, no dures tanto, me duele y me desconcentro”; no se puede…
Es rico no poder sentarse recordando aquel placer extremo de entrega “larga y dura”, siempre y cuando una se pueda recuperar en un rato para seguir degustando extasiada todas las veces que quiera ese erecto y jugoso abrazar.