De Vereda en Vereda (consecuencia de una segunda cita)


A veces me considero una mujer moderna, si, vivo sola, soy independiente y autosuficiente, manejo mi auto desde los 18 años, puedo hablar de sexo sin sonrojarme ya que encuentro que es el único deporte que adoro practicar (odio los gimnasios o cualquier otra actividad que me demande un esfuerzo físico extra del que estoy acostumbrada). Y creo en los encuentros casuales de sexo sin compromiso. Esas noches en que una no quiere dormir sola y busca con la vista algún candidato que también ande solo… Levantarse la mañana siguiente, no tomar desayuno, vestirse, darle un rico beso en sus labios que aun huelen a una y retirarse sin pedir ni dar su teléfono… y no verlo nunca mas, o solo encontrárselo de vez en cuando ya pasado algún tiempo para repetir la operación. ¡Perfecto! El problema comienza si justo antes de llegar a la puerta (ese limite hacia la eterna libertad), él, con su calzoncillo a medio poner, te toma del brazo, te regala una tierna sonrisa y te entrega un papel con su número escrito a la rápida. Entonces, una lo guarda en la cartera o en algún bolsillo del pantalón, pensando en lo inútil del acto cometido. Pero ¿que pasa después? Cuando, nuevamente, una va a dar media vuelta hacia la salida, agradeciendo el detalle, su mano vuelve a detener tu impulso de huída preguntando esta vez “Y tú, ¿no me vas a dar el tuyo?”. En ese momento no queda otra cosa que hacer más que correr sin mirar atrás, o definitivamente, darle tu número de teléfono. Ahí empieza el peligro… La segunda cita… Puede sonar un poco extremista, y ya tendré tiempo para profundizar en el tema, pero no tengo ningún problema en pasar la noche con un hombre y luego no volver a verlo ni preguntarme por él… pero si paso dos noches con el mismo hombre (que supuestamente sería un objeto sexual para calmar mis pasiones), termino enamorándome de él. Y como el asunto tendría que haber sido un romance sin importancia ni proyección en el tiempo, lamentablemente, una no fue lo suficientemente selectiva y termina enamorándose del más “pastel entre los pasteles”. Una vez una amiga me dijo “es rico comer pastel, pero no se puede comer pastel todos los días, hay que comer pastel cuando una tenga ganas de comer pastel”, pero ya el asunto se te escapó de las manos y no te importa engordar y terminar con el azúcar hasta el cielo con tal de estar con él. No se puede evitar lo inevitable, pueden pasar los días, las semanas o los meses, y en algún momento se termina sufriendo por este doloroso amor no correspondido, tomando todo el alcohol que se tenga cerca, para luego caminar sola hasta tu casa, cantando a todo pulmón alguna canción de la Chavela Vargas, zigzagueando por al medio de la calle desierta, de vereda en vereda, lamentando aquella cita que tu pobre corazón no tuvo el valor de evitar.
5 Comments:
Cariño, si por pasteles fuera yo tendria una pasteleria...¡podriamos poner una junta!, no se cual de las dos, tendria el pastel mas grande...
besototes
que bueeeeeen texto ...eso del beso con olor a una que bien dicho...
en fin nena pastelero tus pasteles y una al nutricionista por favor
saludos de otra gorda y borracha!! (veo que M. ya posteo)
G.
Segunda cita?
Qué mierda es eso?
Yo cagué con la "liebre" a penas salímos del motel!
Muchas veces tambien me levante me vestí y me fui de la habitación sin esperar ver más a aquellas mujeres. Sin embargo muchas veces quise que una de ellas despertara y me dijera, quedate un poco mas, me encantaria quedarme todo el dia contigo.
A veces es mejor huir y no mirar atrás, pero a veces es mejor la oportunidad de una segunda cita.
Saludos
mmm
me miro al espejo y me estoy encontrando cara de pastel ...algunos dias...
saludos suerte!
Post a Comment
<< Home